domingo, abril 2

El indocumentado (II…)

Sábado 1 de Abril,

05:00, suena un despertador. Nuestro intrépido personaje, abre los ojos, blasfema, maldice y se levanta de la cama (probablemente lo hiciera en otro orden diferente, pero todo queda confuso).

06:30, llega un tren. Nuestro intrépido personaje se sube a él y se dispone a viajar a la ciudad de las luces, claro que a la hora que va a llegar pocas luces va a ver. Música y a intentar dormir (el intento va a resultar fallido).

08:30, se para un tren. Nuestro intrépido personaje se baja de él y tras una breve pausa decide que prefiere coger un taxi antes que arriesgarse con el metro y no saber por que boca salir al llegar al destino, después descubrirá que estaba en lo cierto y lo agradecerá.

09:00, se para un taxi. Nuestro intrépido personaje se enfrenta a su destino, ante él tiene las puertas del Consulado español en París, y se dispone a obtener su pasaporte caiga quien caiga.

09:30, pasa el tiempo. Nuestro intrépido personaje tras media hora haciendo cola alcanza su ventanilla y le dice a la funcionaria de turno, dicho sea esto con el mayor de sus respetos, que desea obtener el pasaporte y que ha traído todos los documentos necesarios, (a saber: una foto tamaño carné, su DNI y un recibo que acredite que reside en Francia) tal y como le indicó “amablemente” por teléfono, dicho sea esto con el mayor de sus sarcasmos, uno de los compañeros de dicha funcionaria.

09:33, extracto de conversación entre nuestro intrépido personaje y la funcionaria de turno:
- ¿Está usted inscrito en este consulado?
- Pues que yo sepa no
- Es que debe estar inscrito para que le pueda tramitar el pasaporte.
- Bien, ¿y que debo hacer para inscribirme?
- Tiene que rellenarme este formulario y le inscribo en el momento.

09:39, se mascullan más improperios. Nuestro intrépido personaje se encamina hacia una mesa para rellenar su formulario verde. Una vez cumplimentado dicho formulario se dispone a hacer cola de nuevo para alcanzar la misma ventanilla por segunda vez.

10:15, intento dos. Nuestro intrépido personaje llega de nuevo a la ventanilla, segundo extracto de conversación:
- Espere un momento joven que esta pareja estaba antes – dice la funcionaria de turno a nuestro intrépido personaje, refiriéndose a dos personas que igualmente habían tenido que rellenar el formulario verde – y les dije de pasar directamente.
- Sí, como yo, que también he pasado antes y he tenido que rellenar el mismo formulario – dice nuestro intrépido personaje mientras se le inflama la vena de la sien derecha – y aquí lo tiene rellenado.
A esta breve conversación sigue un cruce de miradas entre la funcionaria, nuestro intrépido personaje, la persona que espera detrás y los que iban a pasar por el lado.
- Tiene usted razón – concluye la funcionaria con cara de circunstancias mientras se dispone a rellenar el mismo formulario que se le entrega pero esta vez en un ordenador – ¿Tiene usted una fotografía?
- Aquí la tiene – dice triunfante, pero con un suspiro de alivio, nuestro intrépido personaje.

10:29, se teclea un ordenador. Nuestro intrépido personaje comienza a quedarse dormido contra el cristal de la ventanilla mientras la funcionaria de turno se pega con su ordenador intentando hacer que funcione a la vez que responde al teléfono y se disculpa repetidas veces por tener que hacerlo, tanto una cosa como la otra. A nuestro intrépido personaje estas cosas empiezan a traérsela al pairo y solo le preocupa que todo quede atado y bien atado. De todas formas ya no va a llegar al tren de las once y cuarto y se va a tener que esperar al de las dos y diez.

10:35, la funcionaria termina de teclear. Nuestro intrépido personaje es invitado a presentarse en la octava ventanilla para darse de alta en el censo mientras la funcionaria termina de cursar su solicitud. A nuestro intrépido personaje le importa un comino el censo y más a estas alturas en las que lo único en lo que piensa es en respirar aire libre y en ciertos pasajes de “la matanza de Texas”, pese a todo y por que reine la paz y la tranquilidad accede a ello.

10:36, ventanilla ocho. Nuestro intrépido personaje informa a la funcionaria respectiva de sus intenciones de darse de alta en el censo, no obstante se guarda para sí su opinión al respecto, más que nada porque llegado a este punto no le interesa que le expulsen del consulado. Dicha funcionaria le entrega otro formulario, en este caso blanco, que nuestro intrépido personaje debe rellenar y devolverle acto seguido.

10:40, otra vez la ventanilla ocho. Nuestro intrépido personaje, tras pasar de nuevo por la mesa donde se rellenan formularios, devuelve el mismo a la funcionaria y ésta a cambio le da cierta información sobre de las elecciones y de cómo proceder al respecto. Nuestro intrépido personaje, bien por cansancio, bien por desidia, no se entera de nada pero es consciente de que eso le puede pasar factura dentro de un tiempo.

10:45, regreso a la ventanilla de origen, que resulta ser la cuatro. Nuestro intrépido personaje es reclamado por la funcionaria de turno, la original, la de siempre, para acercarse a la ventanilla y proceder al pago de los costes de tramitación del pasaporte. ¿Pasaporte? ¡Cierto! ¡Era eso lo que nuestro intrépido personaje había ido a buscar allí! Se pagan los 17’22 euros que implica la tramitación del pasaporte y recibe a cambio un resguardo y el consejo de llamar al Consulado pasados diez días laborables para asegurarse de que dicho documento ya está disponible y poder pasar a recogerlo.

10:47, momento de lucidez. Nuestro intrépido personaje, sorprendiéndose a si mismo por la cuestión que propone a la funcionaria dadas sus deterioradas funciones mentales (las del personaje, de las de la funcionaria no hay constancia de que sea así) mayormente a causa del cansancio acumulado, pregunta si existe la posibilidad de recibir dicho documento por correo.

10:50, otra vez en la mesa. Nuestro intrépido personaje tras recibir un sobre en blanco de la funcionaria de turno procede a anotar su dirección en el mismo para que le pueda ser enviado su pasaporte vía correo y evitar así tener que volver a buscarlo al Consulado, lo que le alegra sumamente ya que tiene la sensación de que algo en dicho edificio comienza a provocarle urticaria.

10:53, por última vez frente a la ventanilla. Nuestro intrépido personaje entrega a la funcionaria de turno el sobre cumplimentado y los 4’63 euros, que supone poder recibir el pasaporte por correo, mientras discretamente cruza los dedos e intenta borrar de su mente la fugaz idea de que dicho documento pueda perderse por el camino.

10:56, libre al fin. Nuestro intrépido personaje sale a la carrera del Consulado Español en París y respira profundamente en un intento desesperado de espabilarse y de olvidar todo lo sucedido en lo que va de mañana.

11:00, París por delante. Nuestro intrépido personaje dispone de más de tres horas para coger un tren de regreso al pequeño pueblo donde vive. Comienza a andar deshaciendo el camino que realizó en taxi a la ida con la idea de coger el metro, bien hasta las proximidades de Notre-Dame, bien hasta las proximidades de la Sorbonne o bien directamente hasta la Gare de Lyon de donde saldrá su tren. Todo tiene un motivo y nuestro intrépido personaje sabe muy bien cuales son sus razones.

11:35, llegando a la Seine. Nuestro intrépido personaje no ha encontrado por el momento ninguna parada de metro pero no le importa, disfruta con el paseo. Y ya ha llegado a una de sus intencionados destinos, los puestos de láminas en ambas orillas de la Seine. Tras comprar tres láminas y una edición ilustrada de “Le petit Prince” (en francés, evidentemente), se encamina al segundo de destinos intermedios.

12:05, de camino a la Sorbonne. Nuestro intrépido personaje acaba de pasar Notre-Dame y se desvía del curso del río por la “rive gauche” hacia la Sorbonne ya que es conocedor de que de camino se encuentra una tienda de cómics, el vicio lo lleva en la sangre, nada puede evitarlo, el mono es muy grande.

12:20, de vuelta al río. Nuestro intrépido personaje vuelve a seguir el curso del río hacia el puente “Charles de Gaulle” con la cartera más ligera y la mochila más pesada. Sus adquisiciones consisten en seis álbumes de “Monsieur Jean” de Dupuy et Berberian, “Le voyage” de Baudoin, “Le rêve prolongé de monsieur T.” de Max y el tercer tomo de “Blacksad” de Canales y Guarnido (hay que remarcar el hecho curioso que implica que nuestro intrépido personaje lea Blacksad en francés siendo de autores españoles y que nunca lo haya hecho en el español original).

12:55, se cruza el río. Nuestro intrépido personaje llega a la Gare de Lyon tras un par de horas andando por París y con los pies bastante perjudicados. Se sienta en el exterior de la misma y, tras dar buena cuenta de media bolsa de patatas fritas y media botella de agua, decide comenzar a leer su libro “Marqués de Sade” (en español) mientras espera su tren.

13:10, buscando cobijo en la estación. Nuestro intrépido personaje no ha leído dos líneas aún cuando una gota cae sobre el libro, mira al cielo y ve como el radiante sol que le ha acompañado toda la mañana es cubierto súbitamente por una espesa masa de nubes grisáceas. Raudo y veloz se encamina al interior de la estación mientras se desencadena un pequeño diluvio.

13:45, se designa la vía. Nuestro intrépido personaje una vez conocedor de la vía desde la que partirá su tren se encamina hacia el mismo con grandes ganas de llegar cuanto antes, sube al tren y, no sin dificultad, encuentra un asiento en el que reposarse.

14:15, partiendo de París. Nuestro intrépido personaje ve por la ventanilla del tren como se alejan los andenes de la Gare de Lyon, y con ellos la ciudad que le ha entretenido esa mañana, y se dispone a leer su libro biográfico durante las dos horas que tardará en llegar a su casa.

16:17, se abre una puerta. Nuestro intrépido personaje entra en su casa suspira, se quita los zapatos, saluda a su compañera de piso, le muestra las compras, le comenta el día, come, se desmaya en su cama hasta media tarde (posiblemente no fuera en ese mismo orden, pero todo queda confuso).


Esta narración está basada en hechos reales, cualquier parecido con la realidad es obviamente intencionado, otra cosa es que sea acertado. Todas las personas implicadas desean permanecer en el economato (aquí llamado Ecomarché) así que el que quiera saber más que se compre un libro, que yo no suelto prenda.

Nuestro intrépido personaje comentará posteriormente si finalmente recibió su pasaporte. También si acaso hará algún que otro comentario sobre sus compras e igualmente promete, no a mucho tardar, rematar el tema de las películas basadas en cómics, que esta semana ha estado “feignant”, pero mucho además.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

te leo, te leo aunque no te diga nada. No soy muy comiquera asi que lo unico que te puedo decir es que sin city me gusto mucho mucho.
Menudas aventuras por Paris, por aqui todo igual, ahora en paro, pero estoy todo el dia de aqui para alla asi que parar, parar paro poco.
A ver si este fin de semana sacon un ratillo y te llamo que hace mucho que no hablamos, bueno, hablo yo y tu me escuchas ;) vale?
un besote
Natalia

Anónimo dijo...

Buenas! jejeje, una buena aventura, pero mira que arriesgarte a que te manden por correo el pasaporte.....ya nos irás contando,.... ehhh!! he escrito algo!!!! mira qué sorpresa!!!

Ala, que sigas bien!

Yo.