martes, febrero 21

Un post para gourmets

No me gusta entrar en comparaciones, sobre todo porque nunca son justas con alguna de las cosas que se comparan, de hecho cada vez que comparamos dos cosas el verdadero motivo que nos lleva a ello es dejar en evidencia algo a costa de otro algo. Pero vaya que no me quiero ir por las ramas. En este caso comparar la comida francesa con la española no es justo, y no porque la primera sea mala, sino porque, siendo sincero, la dieta que tenemos en España ya la quisieran para si muchos otros países.

Francia tiene mucho renombre a la hora de la cocina, y ciertamente la hay y buena por aquí pero no pretendo hablar de la Alta cocina o de la Nouvelle cuisine, no, de lo que me interesa hablar es del día a día y en esto pinchan bastante. Yo todos los días como en la cantina del trabajo, la comida consiste en un entrante, un plato fuerte con guarnición, postre y queso, todo esto por dos duros y en buena cantidad, no me puedo quejar, pero la pregunta que me hago cada día es ¿Dónde está el gusto? ¿Dónde está el sabor? No deja de ser comida de cantina, pero hay cosas que podrían estar mejor sin que tengan que complicarse mucho la vida en cocina, pongamos algún ejemplo:
- El pollo, gripes aviares aparte, comer pollo es asegurarse duros momentos a la hora de tragar el bocado, pocas cosas he comido yo tan secas como las pechugas y los escalopes que nos ponen aquí.
- La pasta, el concepto salsa es algo aún por explotar en lo que a acompañamientos se refiere, las raras veces que vemos algún tipo de salsa siempre tiende a acompañar algún tipo de carne o pescado, pero aún no se les ha ocurrido que también puede ayudar a hacer más fácil el hecho de comer unos macarrones o unos espaguetis (o los lacitos…) alguna vez se ha dado el caso de que las han servido gratinadas pero no es algo realmente habitual. Cuanto creéis que cuesta ponerles un chorrito de aceite, ¿aceite? ¿Qué en eso?
- La ensalada, esto si que es pervertir un concepto, como se le puede llamar ensalada a unas hojas de diferentes tipos de lechuga y punto pelota, sí, solo eso. Al lado hay un frasco con un ungüento extraño al que llaman vinagreta y que aún no sabemos de que está hecho realmente. Seguimos buscando el aceite.
- La cuchara, aquí se suelen ver de las pequeñitas para postre, las otras solo las he usado un par de veces y para enrollar unos espaguetis. De hecho un día comimos Cassoulet que viene a ser una especie de fabada ¡y la sirvieron en plato llano! ¡¿Dónde dejaron el caldo?!
- El pescado, que sabemos que es pescado porque está claro que no es carne, eso sí, averiguar cual era el nombre del pez en su origen es tarea imposible (¿será barbo?). Aunque un día probé la raya, el pez eh!, y bueno, no estaba mal del todo.
- La carne, si es filete suele ser del tipo suela de zapato y los cuchillos que nos ponen no ayudan mucho a conseguir cortarla. Pero si es carne picada realmente es un steak tartar un poco pasado, con lo que muchos la rehuyen sobre todo al ver que sangra. Otros tipos de carne como el estofado (boeuf bourguignon) suele ser aceptable. También tienen la costumbre, aunque no muy frecuente de poner filetes de hígado que hacía mucho tiempo que no comía. Algo se salva.

Pero no quiero crear una idea errónea ni que penséis que esto solo se da en mi centro de trabajo, muchas de estas situaciones se dan también fuera, sin ir más lejos, en mi propia casa. Al vivir dos españoles y un francés tenemos la oportunidad de intercambiar recetas y de probar nuevos platos, al menos así es en teoría aunque en la práctica sucede menos frecuentemente de lo que podría pensarse, sobre todo debido a que mi compañero francés se centra en estos tres platos: las pastas, el arroz y la sopa; pudiendo estar una semana a base de lo mismo.

La cuestión es que uno de los grandes puntos que van a diferenciar las dos cocinas es el de las formas. Simplemente el modo de cocinar ya es diferente, mientras que nosotros tenemos la costumbre de utilizar el aceite de oliva para hacer casi cualquier plato, aquí, en su lugar, abusan profundamente de la mantequilla y sinceramente no hay ni punto de comparación entre una cosa y la otra. Por el contrario algo que sí me gusta es la costumbre de emplear hierbas y condimentos, que si bien yo ya la tenía en Madrid aquí me resulta más fácil debido a la mayor variedad que encuentro. Eso sí el azafrán me lo traje de España que tenía una buena bolsa y si no, no hay quien haga una paella decente en estas tierras.

Otra diferencia la tenemos en los postres, tengo que concederles que son muy reposteros. Mientras que nosotros tiramos de pastelería que da gusto, aquí en cuanto te das la vuelta ya te han hecho una tarta. Impresionante. Eso si tanto pastel no puede ser bueno. Claro que aquellos croissants que desayunamos en Paris eran gloria bendita. (¡Aunque sean invento vienés y no francés!). Y lo mismo se puede decir del pan, mucha variedad, tanta que a veces no sabes que llevarte a casa. A mi especialmente hay uno al queso que me pierde.

Claro que a mí el mundo de los quesos siempre me ha perdido, en esta categoría no tengo nada que reprocharles, prácticamente cada vez que voy a comprar me hago con alguno aún por probar, y varios ya probados claro, ese Beaufort, ese Comté, ese Saint Augur, esos Crottins de Chavignol. No es que en España andemos cortos en este campo pero para mí cuando se habla de queso nunca tengo suficiente.

Pese a todo si contabilizamos las veces que después de probar algún plato español se chupan los dedos con las veces que sucede a la inversa ganamos por goleada. Cuantas veces me habrán pedido que haga una paella, o que les traiga embutido cada vez que bajo a Madrid, o a cuantos habré visto relamerse con algo tan sencillo como un “pan tumaca”. Realmente es fácil cocinar algo que les guste, están demasiado acostumbrados a comer más que a degustar.

Así que aunque me quede con la cocina española de largo creo que siempre hay que aprovechar las oportunidades que te da un país distinto para probar lo que te ofrece, en este caso en concreto dentro del ámbito de la cocina. Así que a día de hoy ya puedo decir que he comido y que me han gustado cosas tan dispares como las quiches (pese a la cantidad de huevo que tienen), los boulots o los escargots, el verdadero y bueno foie de canard o de oie e incluso, aunque alguien me quiera matar después, la carne de caballo, que debo decir estaba bastante buena.

Diferencias culturales, realmente es solo eso, pero como en la variedad está el gusto aprovechemos las circunstancias y digamos eso de BON APPÉTIT…

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