miércoles, julio 19

Conspiraciones aéreas.

Algo o alguien se ha propuesto hacerme la vida imposible a la hora de desplazarme entre Cosne y Madrid. Mis problemas ya comenzaron con mi famoso DNI caducado y lo complicado que resultaba obtener el pasaporte desde Francia. Posteriormente no se me ocurrió otra cosa que agarrarme una varicela días antes de tener que tomar un avión convirtiéndome en “persona de alto riesgo de contagio”.

Pero lo que pasó el pasado viernes, día en que comenzaba mis vacaciones de julio no tiene nombre, bueno, si lo tiene, PUTADA. Unas semanas antes el SEPLA anunció una huelga que afectaría a un buen montón de vuelos de IBERIA, así que empecé a realizar una serie de largas y duras investigaciones y a pocos días del vuelo averigüé que no figuraba entre los cancelados y que funcionaría con normalidad, por el momento. Yo como no me fiaba un pelo a partir de ese día me puse como ritual el confirmar que mi vuelo no figuraba en la lista negra de vuelos anulados. Finalmente y a tres días de partir de Cosne la huelga fue desconvocada y yo pude respirar más tranquilo.
De esta forma llegamos al jueves, víspera del vuelo y día escogido para acercarme a la estación de tren para comprar mi billete a Paris. Debido a la fiesta del 14 de Julio en Francia, esa de la “pastilla” que dicen por ahí, el tren de las 6:30 no iba a circular con lo que ya llevaba unos días resignado a tener que viajar a las 4:30 de la madrugada con las consiguientes horas de espera posteriores en el aeropuerto. Pero quiso la casualidad que debido a obras en el trayecto dicho tren también estuviera anulado. Esto me dejo con las limitadas opciones de coger un tren esa misma tarde, tren que salía en un par de horas escasas, y hacer noche en París, o coger el coche de mi compañera y aparcarlo en el aeropuerto. Finalmente y con el amor que le tengo yo a los coches opté por la opción de la carretera.
El problema de dicha opción es que tenía trampa. La idea era dejar el coche en el parking del aeropuerto y como mi compañera llegaba a Paris al día siguiente lo cogería y se bajaría a Cosne con él, previa entrega de llaves en Madrid. Bueno para todos ¿no? Lástima que mi vuelo saliera del Charles de Gaulle y el suyo llegaba a Orly. Pese a todo era una buena opción y lo único que tenía que hacer era dejarle el coche en su aeropuerto y luego subirme yo al mío en el transporte público parisino.

Dicho y hecho, el viernes salí de Cosne a las siete de la mañana y aparqué en París a poco más de las nueve. Posteriormente cogí el Orlyval, que es una especie de lanzadera que comunica las dos terminales del aeropuerto de Orly entre si y a ambas con la red de cercanías parisina (el RER), y luego uno de esos RER hasta mi aeropuerto tras aproximadamente una hora y media llegué a mi destino. La gracia de esto estuvo en que me equivoqué al seleccionar el billete y solo era válido hasta el final de la lanzadera, posteriormente no encontré máquinas para comprar el resto del billete así que con las mismas me arriesgué y continué mi viaje. La mala suerte fue que justo antes de llegar a mi parada, y última de la línea además, aparecieron silenciosos cuales ninjas un pelotón de revisores pidiendo billetes a diestro y siniestro, cuando uno me pidió el billete y antes de que me dijera nada, yo puse mi mejor cara de pena y le explique mi error, a lo que él me contestó que si y que le pagara los ocho euros correspondientes. La buena suerte fue que yo solo tenía un billete de veinte y que el no tenía cambio, así que tras preguntar a sus compañeros por si ellos tenía para cambiarle, me puso su mejor cara de mala leche y me dijo que me largara. Luego me encontré ante el torniquete de entrada a la terminal del aeropuerto que me rechazaba mi billete sin piedad, pero uno se ha tirado unos veintitrés años de su vida viajando en metro todos los días y ya es campeón olímpico de salto de torno. Sin problemas vaya.
Y ya llegamos a lo mejor de la historia. Sobre las once de la mañana y gracias por un lado al registro on–line por Internet que me permitió el día anterior sacarme las tarjetas de embarque por mi impresora, y por el otro a que mi maleta es pequeñita (no como otras…) y suelo llevarla siempre como equipaje de mano, pude ir a la zona de embarque directamente y sentarme tranquilamente a esperar.
Y me senté, menos mal que me senté, con mi librito en la mano y al lado de un ventanal desde el que se veían las pistas, nuestro finger y muchas más cosas que iré narrando según se fueron sucediendo. En primer lugar a poco tardar llegó nuestro avión desde Madrid, se acopló al finger y descendieron primero los pasajeros y posteriormente la tripulación, más tarde sacaron los equipajes de dichos pasajeros. Aquí es cuando empieza lo raro. Una vez vacía la bodega y pese a que los equipajes de nuestro vuelo ya estaban esperando a pie de pista para ser embarcados, no se movía nadie, las maletas esperaban y nosotros desde la terminal también. No tardaron mucho en avisar que debido a un problema técnico e embarque se produciría a eso de la una, en ves de las once y media como estaba previsto, vaya no era la primera vez que me pasaba así que seguí leyendo. Pasado un rato las maletas seguían sin subir, ni nosotros claro está, en vez de eso descienden del avión una plancha de metal, parte del fuselaje, la colocan en un cochecito y se la llevan, casi inmediatamente llega un coche de la gendarmerie y conversan con el personal de pista. Ya es la una y cuarto, llevamos hora y media viendo gente subir, bajar y correr para todos los lados. Comienzan a escucharse palabras como “cancelado”, “putain”, “lavache” (esta me encanta…) o “suputamadre”, entre otras del estilo. El momento en el que al mostrador de entrada al finger se acerca un tipo empujando un carrito con bebidas y comida es cuando ya se que la hemos jodido del todo.

La explicación oficial a nosotros tardó en llegarnos unas horas pero yo prefiero contarla ahora. En el vuelo hacia Paris el comandante del avión notaba que algún panel metálico vibraba demasiado y al aterrizar dio el aviso y procedieron a la revisión, fue aquí cuando el “pepe gotera” de turno lo perforó al intentar quitarlo para examinarlo. ¿Resultado? Panel inútil, avión inútil, VUELO ANULADO.
Tras el oportuno reparto de latas y sándwiches nos indican que pasemos por el mostrador de Iberia donde “intentarán” recolocarnos a todos en otros vuelos posteriores hacia Madrid. Conociendo los horarios de la mayoría de dichos vuelos la opción más lógica, rápida y finalmente menos costosa pasaba porque Iberia enviara otro avión de reemplazo desde Madrid pero debido a que la huelga no hacía mucho que había sido desconvocada las fuentes oficiales argumentaban que no tenían pilotos preparados para esta situación. Así que comenzó la espera para la recolocación. Tengo que reconocer que yo, pese a todo, era de los que menos problemas tenía, ya que al llegar a Madrid mi viaje llegaba a su fin. Pero había mucha gente que Madrid era una simple escala, bien para coger otro avión, bien para coger trenes o autobuses. Resumiendo que se montó un buen follón. Cuando llegó mi turno la solución que me ofrecieron consistía en partir en un vuelo que saldría a las siete y media de la tarde, pero desde Orly, es decir de vuelta al principio. Si lo hubiera sabido me quedaba en él o mejor aún me hubiera quedado en la cama doce horas más… Pero es lo que hay (es lo que tienen las lentejas…) así que con las mismas me cojo el billete de autobús que me dan para ir al otro aeropuerto y allá que voy otra vez.
Una vez de nuevo en Orly todo se va sucediendo con un poco más de normalidad y más o menos a la hora prevista salimos en dirección Madrid.

Ya en Madrid, y en el mismo aeropuerto me recibe mi compañera y le puedo dar las llaves de su coche, entre otras cosas. Al día siguiente lo encontrará en el aparcamiento y llegará a Cosne sin problemas ni retrasos. Las hay con suerte, jeje…

Todo esto pasó ya hace unos cinco días, ya he tenido tiempo de reírme de todas y cada una de las cosas, todo va perdiendo la perspectiva dura y cabreante del momento in situ. Me he hecho mayor (literalmente, cosas de los cumpleaños…). Todo esto implicó básicamente que perdí medio día de vacaciones pero no me supuso mayores trastornos. Si esto me hubiera pasado en el viaje de vuelta seguramente hubiera sido más trastornante por las conexiones con el tren de vuelta (toquemos madera…) pero seguramente me hubiera importado menos tener que perderme un día de trabajo.
Eso os lo puedo asegurar.

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